martes, 7 de octubre de 2014

Irmã


Apegada al desapego y aferrada a tu esencia. El cierre es todo tuyo, esta vez hablo por tus hermanos. Fuiste robada en Florianópolis y secuestrada en San Pablo. Trepaste por morros, atravesaste favelas y rompiste barreras. Tu corazón fue nuestro motor. No sabes restar, menos frenar. Antes que especular, preferís andar. Bajo presión vas mejor y bajo agua no ves nada. Te quebraste, estuviste en jaque y seguiste. Diste más de lo que recibiste, y anduviste más de lo que alguna vez creíste. Sos frágil y fuerte, una contradicción que potencia tu logro pero que no esconde tu debilidad. Cuanto camino, cuantas horas y como vale la pena tanto. Nunca necesitaste nada que decir, ni yo tengo más nada que escribir. El resto es a tu manera, en silencio. Fue para y por nosotros y así va a seguir siendo. Por eso, hoy me toca despedirte no sin antes decirte, gracias. Por ser única pero sobre todo, gracias por creer. Federico Rodríguez Páez